Este cuerpo no pesa,
se eleva.
Es una caja llena de secretos
que no se parece a ninguna otra.
Siente el calor, el susto, los olores.
No voy a prohibirle nada a este
cuerpo que flota y quiere volar.
Que sea puro, que sea real,
que no se pinte de ninguna fantasía.
Él, ella, es así: con arrugas,
dobleces, marcas, colores, olores,
pelos, granos, con su piel y huesos.
Con sus tamaños, su sonrisa y forma
de moverse.
No encarcelo a este medio de expresión
porque me niego a que lo priven de
su rareza.
Mi cuerpo y yo no somos
dos. Nunca lo fuimos.
Quiero seguir descubriendo sus misterios,
su figura reconocible, su arte.
Pero mi parte favorita de mi cuerpo,
es cuándo me lleva hasta el espejo
y me dice que me ama. Palabras
que me tatúo y no olvido.
Mi cuerpo es mi sello.
Mi cuerpo es impronta.
1.
Dije chau y me fui a vivir a la niebla.
Arrancarme esta piel de huracán,
cortarme la catástrofe de raíz.
2.
Quise equipararme de niebla
y acomodar el cuerpo en ella.
Exhalar cierta ausencia.
Anhelé que las grietas que separaban
mis tierras (y los lagos y los montes...)
se cubrieran de niebla y tapen las heridas
de guerra.
3.
Pedí convertirme en niebla.
Mirar con ojos de grandeza
a las almas rotas que suplican entrar
por la puerta. Calmar con presencia
huecos desgarrados.
Respirar ausencia,
exhalar presencia.
Quedarme entre los rincones
de cuerpos fríos, ser hogar
de la persona que no encuentra dónde
caerse. Que pisen con los pies descalzos
y confíen en mi como navegante, como
amparo, como brisa fresca.
4.
Fui instante y niebla.
Pude ser en el momento,
una nube que acariciaba
y sostenía a los guerreros caídos.
De los mejores poemas que leí.
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