Dije chau
y me fui a vivir a los analógicos
qué desenrollándose se vuelven a enrollar
en plena oscuridad sin que nadie los pueda ver.
Las 36 ventanas invisibles por la penumbra
van pasando de a una
y yo sólo puedo ver las fechas que brillan sobre ellas.
14 de enero
21 de agosto
6 de octubre
24 de noviembre
20 de diciembre
Nunca dejan de moverse de un lado a otro
se estiran y se vuelven a enrollar.
Son nómades,
se mudan a diferentes espirales de metal sin ser vistos
y luego se van a una casita
para refugiarse de la lluvia
que sin embargo los alcanza y se huele un tsunami
y en cada ola se ve un poco más de belleza.
La luz los descubre
y yo a través de sus ventanas me quedo viéndola.
Una cascada los cubre
y yo bajo tanta agua sigo mirando la luz
mientras ella mira a otro lado y me ignora
Los analógicos vuelven a desenrollarse
esta vez para siempre
y desde lo más alto veo cómo todo va cambiando.
Ahora es la luz quien dice “chau”
sin decir a dónde va o si va a volver
(tengo miedo de no verla nunca más)
La oscuridad viene otra vez
yo me quedo sin ver nada más que
las fechas que brillan sobre las ventanas.
***
Micaela es la chica de la campera amarilla
que entre los arboles
del barrio de las cinco cuadras,
se esconde para escribir cuando
sale a caminar en las tardes de sol.
Una vieja campera amarilla que le saco a Leticia,
para protegerse del frío de las sombras.
Es llamativa, pero entre tanto ruido y movimientos
es casi como un punto blanco que
pasa desapercibido en la infinidad del espacio.
Micaela es la chica de la campera amarilla,
también de los pañuelos enormes
que casi ni combinan con su abrigo,
pero no importa, es cómoda y a ella le gusta.
Es casi una desconocida para todos,
parece un libro abierto
con tanta ropa de color y tanto habla,
pero, a fin de cuentas, nadie sabe casi nada de ella.
Solo que es la chica de la vieja campera amarilla.
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