Poema / Martina Russo / Escuela Provincial 746, Comodoro Rivadavia, Chubut

Dulce niña, 

vista por la lupa de los demás,

una flor floreciendo en su altar 

siguiendo los pasos a la par.


La realidad perseguía a mi alma,

bueno… esa supuesta realidad

que susurraba en mi oído 

y llenaba mi cerebro 

hasta explotar.


Aspectos que los pájaros me cantaban 

para cambiarlos,

porque sino 

sería diferente a los demás.


Aquellas criaturas perfectas

aunque la perfección no tenía palabras.         

¿Qué era eso?

Los pájaros me lo cantaban 

y yo era ajena a ello.    


Será mi peso 

que no era parecido 

a una pluma al volar 

o creer ser un gigante 

alrededor de pequeños seres sin más.


A veces, las palabras en el viento 

dañan al pasar,

sin darse cuenta

la gran tormenta que se formará.


Las manchas pintadas en mi piel

marcan el estrés que deja el tren 

por la presión 

de la equivocación.


Mi boca, no limpia 

y sin lo correcto escrito arriba,

comprendí la realidad que tenía.


Mi propia realidad,

mi ser imperfecto,

oídos con algodón 

y corazón abierto.


                                                                

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