El cielo despejado / Milagros Lis Odriozola / Colegio Santa Magdalena Sofía Barat, Castelar


Hoy llueve.

Observo como las gotas caen por mi ventana,

cómo todo se mueve, 

siguiendo una misma sintonía, 

al compás del ritmo del agua este mediodía.


El cielo es gris, apagado y sin fuerzas.

Hoy me siento así. 

Mis alas no se desplegarán. 

Siento que no podré volar. 

Las lluvias no me lo permitirán. 


Cierro mis alas, 

hoy no voy a utilizarlas. 

Siento cómo si me ahogara, 

cómo si me encerrara, 

en una de las tantas gotas 

que hoy me rodeaban. 


¿Por qué me siento así? 

¿Será que volar no es para mí? 

¿Por qué siento que igualmente debería salir? 


Se me ocurrió ver el afuera, 

ver lo que me rodea, 

ver a los demás. 

Quería saber si ellos podían volar.


No me podía permitir eso. 

No quería salir, 

ver cómo no podía volar, 

ver cómo todo se rompía. 

Sentí miedo de no saber que pasaría. 


Pero decidí salir. 

Debía intentar volar.

Tenía que sentirlo, 

saberlo, 

vivirlo. 


Salí corriendo afuera. 

Y observé. 

Todo el mundo estaba feliz, 

el mundo revoloteaba. 

¿Por qué la felicidad se les notaba? 

¿Será por la ropa con la que aparentaban?

¿Por qué parecía que brillaban? 

¿Por qué ellos volaban? 


No podía entender lo que sucedía, 

no sabía cómo yo lo haría.

Hasta que miré al cielo. 


Me percaté de lo que estaba sucediendo. 

No estaba lloviendo.

Sólo yo lo había visto. 

Todos los que estaban a mi lado, 

brillaban con el día soleado.


Volé lo más alto que pude, 

hasta alcanzar las nubes. 

Me di cuenta de lo que había existido, 

todo el tiempo en el que no había salido. 


Era bello y desconocido, 

algo de lo que nunca había oído. 

Un cielo despejado, 

dispuesto a volar conmigo. 


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